martes, 13 de noviembre de 2007

OJALÁ FUERA PARA MI...


Era una tarde de otoño, soleada y con aire frío. Era domingo y la ciudad estaba tranquila, pocos carros por las avenidas, familias en los parques, parejas de jóvenes en los cines.

Y en una cafetería de ambiente bohemio y aroma dulce estaba Isaac, alto, de ojos grises, mirada triste, cabello nocturno y un poco largo, piel blanca y de personalidad distraída, su ropa era algo normal, pantalón de mezclilla, zapatos casuales, camiseta blanca con serigrafía, saco negro y un morral que estaba sobre una silla.

Él tomaba un café, moka con crema batida, su favorito, su mayor vicio, desde niño su casa y la de sus abuelos olían a café.

El lugar era amplio, lleno de mesitas cuadradas, sillas originales, cuadros y fotografías en las paredes, ventanas con vitrales de color amarillo, verde, rojo, que le daban un efecto colorido y tenue al lugar.

Parecía que esperaba a alguien, miraba hacia todos lados de ves en ves, después bebía un poco de su café e intentaba concentrarse en la lectura del libro que tenía sobre la mesa; y ese ritual se repetía por intervalos de pocos segundos.

De repente y paralelo a la lectura de Isaac entró una chica al café, sumamente atractiva, de personalidad arolladora, no muy alta ni muy baja, cabello suelto, largo y rubio, ojos cafés, delgada. Vestía una falda a cuadros grises, negros y rojos hasta la rodilla, unas botas negras con tacones y un suéter rojo de manga larga y una bolsa que la hacía verse aún más elegante.

Isaac levantó la mirada y se quedó como hipnotizado al ver la imagen de la chica abrirse espacio por entre las mesas, y en ese momento pensó... "por Dios, que bella chica, que suerte debe tener quien esté con ella, debe cuidarla demasiado, porque es hermosa, ojala fuera para mi..."; de pronto su pensamiento fue interrumpido por una voz femenina:

- hola amor, lamento la tardanza, ¿me extrañaste?, por que yo a ti si. -

La voz femenina era de la chica que minutos antes había anhelado, era su novia, y estaba completamente enamorado, nunca dejaba de parecerle la chica más maravillosa del mundo, y nunca dejaba de sentirse afortunado por tenerla.

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